lunes, 8 de agosto de 2011

“PAUL”. ORGULLO FRIKI

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La industria del cine parece cada vez más motivada para sazonar sus historias con unas considerables dosis de nostalgia, ya sea de manera artificial con operaciones comerciales cuyo único fin es atraer al público a las salas o bien como un discurso personal de cineastas que, en lugar de hablar abiertamente de sus experiencias personales, prefieren establecer un vínculo emocional con el espectador a través de unos gustos y bagajes comunes. En este sentido, aquellos autores que actualmente ostentan una edad entre los 30 y los 40, que crecieron durante la década de los 70 y 80, han depositado su mirada en la emergencia del fenómeno fandom gracias a figuras como Ridley Scott, Steven Spielberg o George Lucas. Ejemplo de esto lo podemos encontrar en la película que nos ocupa aquí ahora, “Paul”, o en próximos estrenos, como “Super 8” de J. J. Abrams.

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Los verdaderos artífices de “Paul” son Simon Pegg y Nick Frost, una pareja de actores británicos, especializados en comedias de corte paródico, que en televisión empezaron a desarrollar de la mano del director Edgar Wright con “Spaced” y que posteriormente dieron el salto a la gran pantalla con “Zombies Party”. En esta película parodiaban el cine de muertos vivientes en su variante más cercana a George Romero con bastante éxito, lo que les abrió las puertas para proyectos más ambiciosos. Juntos, actores y director, repitieron enfoque paródico con “Arma Fatal”, esta vez situando su mirada en las buddy action movies de los 80 y 90. Tanto el éxito como los resultados artísticos fueron menores, pero aún así se mantuvo ese tono entre nostálgico y cariñoso en la parodia, sin caer nunca en el descrédito a los referentes (como sí sucede en toda esa infumable ristra de spoofs cinematográficos que surgieron a raíz del éxito de “Scary Movie”). De manera independiente, Simon Pegg ha sido el que más éxito ha tenido, participando en franquicias como “Misión Imposible” o “Star Trek” y protagonizando algunas comedias como “Nueva York para Principiantes” o “Corredor de Fondo”. Por su parte, Frost, ha contado con menos oportunidades, destacando únicamente su participación en la cinta “Radio Encubierta” de Richard Curtis (autor también de “Love Actually”).

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“Paul” surge como una tercera entrega en este camino de parodias de géneros cinematográficos, saltando ahora a la ciencia ficción, especialmente a la producida entre finales de los 70 y la década de los 80. Lo que desde un primer momento diferencia a esta tercera entrega de las dos anteriores es la cercanía de los actores con sus personajes cinematográficos. Al interpretar a dos amantes del género obsesionados con toda la memorabilia circundante nos cuesta más despegar ambas realidades, teniendo en cuenta que los gustos y aficiones de los dos cómicos no difieren mucho de los de sus personajes en la vida real. Además, mientras preparaban la escritura del guión, Pegg y Frost llevaron a cabo el mismo viaje en caravana, y algunos de los gags que presenta la película está inspirado en propias experiencias de los actores. Con esto se consigue dar una mayor credibilidad a los personajes. Mientras que en las dos películas anteriores eran caricaturas ajustadas al tono de parodia, aquí Graeme y Clive resultan al espectador más reales, a pesar de sus particularismos.

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Graeme (Pegg) es un ilustrador cuyo universo visual está marcado por esos mundos imaginarios que han invadido su mente a través de la literatura o el cine. De cierto espíritu romántico y naif, su amor por la ciencia ficción le lleva a confiar ciegamente en Paul tras su encuentro en el Área 51. Por otro lado, muestra mayores habilidades sociales que su amigo y compañero de viaje Clive, lo que le permite establecer una conexión más cercana no sólo con su polizón alienígena, sino también con Ruth, exfanática creacionista, quien ve en el pánfilo Graeme la alternativa más cercana para resarcirse de tantos años de restricciones y conservadurismo.

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Por su parte, Clive se presenta como la mente creativa de la pareja, aunque de su libro lo que más llame la atención sea la alienígena de tres tetas de la ilustración de la portada (obra de Graeme y un guiño a la prostituta de “Desafío Total”). El conflicto de Clive radica en su reacción ante la llegada de Paul, contraria a la que él hubiese deseado (primero se desmaya, se mea encima y, tras despertar, se comporta de manera alarmista y paranoide). Esto le hace a su vez estar receloso de la relación del extraterrestre con Graeme, hasta que poco a poco van desapareciendo las suspicacias.

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Evidentemente, pese al ya bufonesco perfil de los dos protagonistas, el contrapunto cómico lo pone Paul, ese alienígena gamberro y juerguista, quien pese a tener rasgos en común con los extraterrestres de “Encuentros en la Tercera Fase” y “E.T.”, no ha heredado de ellos su solemnidad, su carácter mesiánico, ni su perfil amable y bondadoso. Más bien todo lo contrario. Tras haberse mantenido oculto en una base estadounidense durante 60 años, Paul es el (sub)producto de nuestra sociedad occidental. Zafio, malhablado, exhibicionista y cínico, las comparaciones que se han establecido con aquel “Alf” televisivo, aunque sin las cortapisas de la censura televisiva de la época, no van desencaminadas. El personaje ha sido diseñado con una apariencia prototípica, precisamente para enfatizar el valor inspirador de Paul en toda la imaginería alien que se ha implantado en la cultura popular. Si bien su presencia ha sido generada por ordenador, la interacción con los personajes físicos es muy fluida y los efectos especiales, sin ser especialmente detallados, si resultan creíbles, lo que permite que tras un primer contacto, Paul pase a convertirse en un personaje más de la historia, y no un elemento infográfico introducido en la imagen. La voz en su versión original pertenece al actor Seth Rogen (“Lío Embarazoso”, “Superfumados”, “¿Hacemos una Porno?”, “Hazme Reír”), quien transfiere esa imagen cinematográfica de trazo grueso que el actor ha ido desarrollando en gran parte de su carrera, además de su peculiar voz grave. En España, su réplica ha sido Santi Millán (visto en “Siete Vidas” o “Lex” en televisión, y en “Amor Idiota”, “Dí que Sí”, “Va a Ser que Nadie es Perfecto” o “La Habitación de Fermat” en cine), un actor habituado también a personajes inmaduros, irresponsables y socarrones, pero que en su trabajo como doblador resta personalidad al personaje.

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Dentro del resto de los personajes secundarios destacan Ruth (interpretada por Kristen Wigg, una actriz que tras su éxito en televisión como miembro del equipo del “Saturday Night Live” y este año en el cine con “La Boda de mi Mejor Amiga” ya ha pasado a integrarse en el grupo de actores secundarios de lujo, capaces de robarle la escena a los actores principales), Tara Walton (Blythe Danner como la versión adulta de la niña que tuvo el encuentro en la tercera fase con Paul) y el Agente Zoil (un Jason Bateman cada vez más activo en el cine, aunque con riesgo de saturación: previo al inicio de la película se pasaron los trailers de “El Cambiazo” y “Cómo Acabar con tu Jefe”, ambas protagonizadas por este actor). Sus personajes protagonizan algunos excelentes gags de la cinta y acaban ganando más profundidad de lo que su caricaturesca descripción inicial parecía albergar. Menos logrados son los agentes Haggard (Bill Hader) y O’Reilly (Joe Lo Truglio), meras comparsas cómicas, cuyos gags no siempre son de lo más afortunado.

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Una de las principales diferencias con respecto a los anteriores trabajos conjuntos de Simon Pegg y Nock Frost es el cambio de director. En esta ocasión Edgar Wright estaba ocupando con su producción de “Scott Pilgrim contra el Mundo”, por lo que para la realización de la película se optó por Greg Mottola, autor de “Supersalidos” y “Adventureland”. Mottola, además de su sentido de la comedia y la parodia, aportó un componente a la cinta que, a lo mejor, una personalidad tan cínica como la de Edgar Wright no hubiese podido trasladar de igual manera, la nostalgia. Hasta ahora las películas del nuevo realizador se habían caracterizado por esa mirada emocional a los años de adolescencia, y eso conecta a la perfección no sólo con la pareja de personajes enclavados en sus aficiones juveniles, sino también en el tono referencial a la ciencia ficción de la película. En contrapartida, Mottola se queda corto para las escenas más espectaculares. Queda claro que lo suyo son las historias intimistas y de personajes; una vez hay que adentrarse en la acción, la puesta en escena es plana y carente de garra. Sólo brilla en aquellos momentos en los que se dedica a replicar la planificación Spielbergiana (por ejemplo, al principio con la reproducción de la abducción de Barrie en “Encuentros en la Tercera Fase” o en el clímax, con los múltiples guiños a la escena final de “E.T.” en el bosque).

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La película se basa principalmente en una sucesión de gags de fuerte carga cinéfila. En este sentido, para sacar verdadero provecho de la película hay que adentrarse en esta red de referencias que apunta a títulos cinematográficos y televisivos como “Star Trek”, “Alien”, “Star Wars”, “Expediente X”, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, “Hombres de Negro” o las ya mencionadas “Encuentros en la Tercera Fase” y “E.T., El Extraterrestre”, además de otras externas al género como “Deliverance” o “El Aceite de la Vida”. Gags como la versión country del “Cantina Band” compuesto por John Williams para “La Guerra de las Galaxias” o la reproducción de líneas de diálogo procedente de estas películas mantiene al espectador iniciado pendiente, intentando identificar todas las citas posibles. A esto ayuda también los cameos de artistas como Steven Spielberg o Sigourney Weaver, que refuerzan el tono ochentero de la cinta, así como la presencia de actores no especialmente vinculados al género, pero sí identificables por el sector cinéfilo de la audiencia (por ejemplo, Jeffrey Tambor como el escritor de ciencia ficción Adam Shadowchild o la Jane Lynch de “Glee” como camarera del bar de carretera).

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El nivel de lecturas cinematográficas es un poco más complejo, ya que si bien, como guionistas, Pegg y Frost buscan darle verosimilitud al trío protagonista, el carácter foráneo de ambos ofrece una perspectiva de Estados Unidos en general más basada en la imagen cinematográfica existente del país que en una representación realista del mismo. Esto queda patente en la introducción de personajes caricaturescos como la pareja de camioneros paletos o el fanatismo religioso del padre de Ruth, basados más en clichés paródicos vistos en otras películas que en un intento de generar personajes tridimensionales y verosímiles. Mientras que el patetismo de los personajes principales está envuelto en cierto cariño y comprensión, estos otros personajes son presentados de manera burlesca y ridícula. La acción también entra en esta realidad cinematográfica alternativa, donde encontramos persecuciones y coches que vuelan por los aires dando vueltas de campana. Al final, los únicos ecos a nuestra realidad son esos extras que surgen en la escena mirando la acción con cara extrañada, como identificando lo que ven como algo únicamente propio de las películas o de alguna subcultura de limitada inserción social.

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El inconveniente de “Paul” surge precisamente cuando, ante tanta referencialidad, la película apenas ofrece una trayectoria que pueda sustentarse sin la cooperación del espectador. En el mejor de los casos, “Paul” es un entretenimiento nostálgico, imperfecto, pero con momentos muy divertidos e ingeniosos, que sabe ganarse a su público haciéndole cómplice de la mayor parte de sus gags. Para la audiencia no iniciada, la película no ofrece demasiados elementos de interés, salvo algunos gags de trazo grueso y algo de acción de poco impacto. Afortunadamente muchas de las películas citadas son de dominio público en general, aunque quizás algunas referencias muy específicas queden fuera de alcance para muchos espectadores. Desde el momento en que estos no pueden o no quieren entrar en el juego, la película pierde validez y pasa a ser un producto malogrado y aburrido, una cinta rutinaria, repleta de chistes burdos y una puesta en escena desganada e impersonal. Nosotros, evidentemente, les recomendamos que se apunten a la primera opción o, en su defecto, que dejen pasar esta película y opten por otras de las múltiples opciones que nos ofrece la cartelera veraniega.

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